domingo, 29 de octubre de 2017

HISTORIA DEL ISIRERI

San Ignacio de Moxos Tierra de Valientes.
Por: Davilmar Ysita C. 
LA LEYENDA DE ISIRERI - BENI
Isireri era un niño de nueve años cuyo nombre significa "anguila grande" en castellano. Isireri, un día acompañó a su madre a lavar ropa a un yomomo, uno de esos lugares húmedos y fangosos que emergían por su comarca. Por la noche, al haber acabado su faena, la mujer llamó a Isireri. Pero no podía encontrarlo. “¡Isireri!... ¡Isireri!”, gritaba. Hasta que oyó la voz aterrada del infante desde el fondo del yomomo: “¡Meme Chicha!... ¡Meme Chicha! (Mamacita, mamacita)”. De pronto, nada. Cundió el silencio.
Al poco rato, la mujer miró sorprendida cómo el sitio se iba llenando de agua, mientras seguía llamando a su hijo. “¡Isireri!... ¡Isireri!” Pero nada. Isireri no respondía. Es así que corrió a su aldea y volvió con los pobladores, que no creyeron lo que vieron: el pantano se había convertido en una inmensa laguna de aguas cristalinas. Isireri no apareció nunca más y el jefe de la tribu decidió bautizar al lago con el nombre del niño. Desde ese día, Isereri se convirtió en el jichi o espíritu tutelar del cuerpo de agua y adoptó la forma de una gigante sicurí o anaconda.
Los jichis son seres cuidadores de los bosques, los animales, las plantas… Generalmente se los recrea mitad saurio y mitad culebra, y forman parte de la mitología moxeña. No obstante, Isireri parece ser más que un cuento. En San Ignacio de Moxos se relata que hace pocas décadas, un grupo de científicos que estudió la laguna Isireri, al revisar su profundidad, recolectó agua fangosa para analizarla y halló una sicurí de ojos brillantes y amarillos que fue cazada y trasladada a una universidad de la capital beniana. Al poco tiempo de lo sucedido, el lago se fue secando y los ignacianos reclamaron que la comitiva devuelva al animal a su hábitat. Tanta fue la presión, que los investigadores cedieron, sobre todo para ver qué pasaba. Grande fue su desconcierto al observar que a la jornada siguiente, el sitio había recuperado su caudal. Para muchos, esa anaconda era Isireri, quien en una orilla de la laguna tiene hoy un monumento en el que se lo ve sujetando una enorme víbora.